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Carborundum

El grabado al carborundum es una de las técnicas más populares dentro del grueso de las técnicas aditivas. Fue propulsada por Henri Goetz, un americano en París, quien a finales de los 60 publicó un librito de título Gravure au Carborundum (Maeght, ed. aug. 1974). A partir de ahí, el procedimiento comenzó a extenderse primero entre los grandes artistas y después en escuelas y talleres de todo el mundo. Hoy en día es un proceso fundamental en el aprendizaje del grabado contemporáneo.

Según el propio autor esta técnica surgió en el intento de minorizar la compleja y dañina parafernalia del grabado calcográfico tradicional, por lo que puede considerarse, desde este punto de vista, en una de las primeras indagaciones sobre el grabado no tóxico tan de moda hoy en día. Sabiamente, y quizá consciente de las limitaciones primeras del proceso, dijo también que en ningún momento pretendía que el carborundo sustituyese los modos clásicos, sino que quería multiplicar las posibilidades que estos presentaban. Así fue y ahí radicó el éxito de su propuesta que se unió de inmediato al hacer de los grabadores. Pocos años después Goezt reafirmó su publicación en una de las revistas de grabado más prestigiosas de la época, Les Nouvelles de l’Estampe, con un artículo titulado “Une nouvelle technique de gravure” (A new Engraving Technique, Una nueva técnica de grabado) que apareció en el nº 8, de marzo de 1973.



 De forma esencial esta técnica permite conseguir efectos pictóricos y lineales, aunque estos últimos no son igual de conocidos. Para ello utiliza dos productos fundamentales: un barniz sintético, o similar, y carburo de silicio, o carborundum. Al ser entintado el polvo abrasivo, muy parecido a la arena o al sílice de un papel de lija, retiene la tinta en mayor o menor grado según sea su concentración. Cuando es bien aplicado los efectos son realmente hermosos y la versatilidad del proceso permite al grabador muchas variantes plásticas. Si indagaras en ella y te especializaras, podrías realizar líneas y texturas de todo tipo: punta seca, efecto lápiz o crayón, aguatintas de muchas tonalidades, barniz blando, manera negra… Para ello el grosor de la capa de barniz y la forma de aplicar el carburo de silicio son fundamentales.

 En su manual Goezt explica que la plancha se prepara con Rodophas “B”, un barniz en cristales que se disuelve con alcohol o acetona, y sobre éste se espolvorea el carborundo que se pega y produce efectos similares a una resina. Si se deja secar también puede trabajarse con punzones, herramientas calientes tipo pirograbadores, rascadores, etcétera dejando los efectos lineales y las texturas que comentaba más arriba. Una vez concluida y endurecida la matriz, se entinta en hueco estampándose en el tórculo. Si hubiese que eliminar o borrar alguna zona se podría hacer fácilmente con el disolvente universal, lo que también permitiría recuperar la plancha una vez finalizada la edición.


 El carburo de silicio es el abrasivo más duro que existe en el mercado (9 en la escala Mohs de dureza, cuyo máximo es 10) motivo quizá por el que fue elegido al resistir adecuadamente la presión del tórculo. En estado natural existe bajo la denominación de moissanita, pero es muy escaso, por lo que se obtiene mediante un proceso artificial en el que se quema cuarzo y carbono a 3000º centígrados en un horno eléctrico. Si se muele retiene su estructura punzante por mucho tiempo usándose para el graneado de piedras litográficas y es tan hermoso de aspecto, que aparece también en pintura para conseguir distintos acabados. Se presenta en color rosáceo, verdoso y negro brillante, siendo este último el más extendido; también el más duro. Andy Warhol lo utilizó mucho para la estética pop de sus cuadros. El rango de molienda es muy amplio, lo que permite desarrollar una amplia gama de texturas: la numeración que utilizó Goezt va desde el 80 (más grueso), 120, 180, 220, 320 400, 800 y 1200, aunque aún es más exhaustiva. Los cuatro últimos son muy finos y difíciles de conseguir en sitios no especializados.

 A poco que leas distintos manuales observarás que los productos varían de un autor a otro, siendo la esencia siempre la misma. Nosotros utilizamos con bastante buen resultado un barniz de exteriores y otros adhesivos fuertes como el pegamento de dos componentes (adhesivo y endurecedor, por ejemplo Araldit). Se dibuja con el producto, se espolvorea generosamente carborundum encima, con mayor o menor densidad según la tonalidad deseada, y se deja secar toda la noche. Al día siguiente se sacude el exceso. También puedes hacer una mezcla con el barniz y el polvo. Es importante endurecerlo y amalgamarlo con un par de capas de goma laca (goma laca y alcohol diluidos al 50%). Una ver finalizados estos pasos se siguen los preceptos de cualquier técnica aditiva: coloca un protector encima de acetato y da un par de pasadas por el tórculo para prensarlo lo mejor posible. La plancha ya está lista para entintarla, preferiblemente con brochas, para cubrir la totalidad de la superficie texturada.



 El soporte puede ser cartón, metal, madera o plástico, lo único es asegurarse de lijar o rayar un poco la superficie, si fuese muy satinada, para que no se despegue el aditivos. Según la matriz que elijas te permitirá combinarlo con otras técnicas, por ejemplo punta seca sobre metacrilato, aguafuerte sobre metal…Tan solo debes tener en cuenta que el grosor de la pasta de carborundum es un factor importante, ya que de ser muy alto no solo impedirá una buena transferencia de las líneas más delicadas, sino que también plásticamente puede producir contrastes excesivos y restar importancia al resto de los elementos gráficos. En el lado opuesto, estos contrastes bien manejados son absolutamente seductores.

 Como es lógico, Goetz utilizó mucho esta técnica. También lo hicieron el francés Max Papart y los españoles Antoni Clavé y Antoni Tápies .Pero su exponente más célebre fue Joan Miró (1893–1983), quien la experimentó desde 1967 utilizándola con pasta muy gruesa para conseguir sus características zonas de intenso color. Miró trabajó con Dutrou, Morsang o Adrien para Editeur de Peinture, y disfrutó enormemente con la libertad técnica que le permitía este proceso. Escribió entusiasmado el postfacio del libro de Goetz alabando la frescura y la espontaneidad que le permitía, comparada con los procesos convencionales. Te reproduzco uno de esos escritos, por el valor documental que puedas hallar en ellos.

 
 “Querido Goetz; estos últimos días he trabajado con Antoine Saint-Paul y cada vez me doy más cuenta de la riqueza y de los nuevos horizontes que su procedimiento aporta al grabado. Jamás habíamos obtenido texturas tan impactantes de una forma tan rápida. En lo que a mí respecta, puedo expresarme sin ninguna limitación, a un impulso de espíritu, sin ser paralizado ni ralentizado por una técnica desfasada que limitaría la libre expresión y la pureza y frescor del resultado final. Un grabado de estas características puede tener toda la belleza y dignidad de un hermoso cuadro. Además , desde el punto de vista social y personal, el mensaje de la estampa puede ser editado en un número limitado de pruebas que le darán mayor difusión que un cuadro (…). Sería para mí un honor ver las cartas que le he enviado referidas a su técnica, publicadas como prefacio al libro que prepara.Con todos mis deseos de buena salud para usted y su mujer, le estrecho cordialmente la mano. Miró”

 El Kelpra Studio de Londres introdujo la técnica a Gran Bretaña en la década de 1980. Hoy en día es raro el grabador que no la haya utilizado alguna vez. Disfrutarás mucho realizando grabados de este tìpo, incluyendo todas sus versiones como las últimas pruebas, que simplifican parte del proceso, utilizado el oxiron efecto forja.

Autora María del Mar Bernal
Profesora de grabado de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla.


 
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